miércoles, 14 de mayo de 2008

Último capítulo de la flor del alma.

(a ella)

Todo termina cuando empieza. Por eso nada existe y todo sucede.

Sin embargo existe ella.

Ella es el estado puro de lo divino.

Ella es, en ella, luz de manyana de otonyo tenue y ligera.

El último capítulo es Ella.

Tu me has permitido llegar a Ella.

Quizás sea porque Ella eres tu.

Para mi Ella ha sido alcanzar la cumbre de ese eterno femenino.

Has sido mi más profundo maestro. Y, tanto te debo en mi formación, pero sobre todo en haber hallado mi propia paz, la cual sólo se encuentra cuando logras llegar al final de una creencia.

'Solo dios y Tu,
Podéis crear el todo
de la nada'

Y no me equivocaba.

La idea de la iluminación innata femenina. La idea de shiva. La idea de qué la religión solo pertenece a lo masculino pues dios es femenino. La idea de que lo sagrado se expresa en un punto situado tres dedos por debajo del ombligo de la mujer, entender qué la mujer es la esencia del poder y el hombre la capacidad de alucinar delante de ella.

Pero sobre todo el profundo estado del amor puro qué es aquel qué se expresa en no pretender, en no tener espera y no querer poseer.

La delicada belleza de esa esencia como único sentido de existencia y como fuerza de trascendencia, por fin en ti tuvo cumbre y entendí. Y, halle la respuesta.

Eso has sido para mi, mi conciencia y mi creencia.

Eres la respuesta a los poemas de Quevedo, a los castillos en el aire de Alberto, el origen del Big Bang de Hawkings, la constatación de la curvatura del tiempo de Einstein, la melancolía del adagio de Albinoni, la espiritualidad del Greco o la devoción de Tagore. Y en ti todo eso lo entiendo, me pertenecía y según escribía todo surgía y mío era sólo el silencio.

Tan sólo te he visto tres días...

Ahora, desprendo de mis palabras tu imagen como el aire que desaparece con la tarde.

Gracias por ayudarme a entender.

Gracias por dejarme cuidarte.

Gracias por suceder.

miguel